Hace ya meses mi vida se convirtió en algo muy común, algo de trabajo algo de cerveza con los amigos, tratar de hacer ejercicio y dejar de fumar, una vida algo adulta, con responsabilidades propias (afortunadamente no tan importantes) y poco tiempo para descubrir cosas nuevas, en resumen cómoda con mi rutinaria forma de vivir.
Hoy algo me sobresalto, un seminarista apareció en mi vida como un terremoto, y durante una hora en la que dio un largo discurso sobre Dios yo me encontraba como una pelota sentada al frente con una sonrisa de oreja a oreja, no lo escuchaba solo lo miraba, fascinada. Buscando una excusa para hablar luego me quede atrás por una galleta y aunque solo alcanzamos a conversar por 5 minutos, todo el camino hacia en mi casa en el bus me lo pase idealizando un beso una caricia, tirados en un parque sintiendo escalofríos por el aliento ajeno que choca con la piel. Hace meses no me sentía atraída por nadie, ahora conozco un hombre comprometido con Dios que solo me puede regalar citas imaginarias.
Un tanto de romanticismo ficticio no le hace daño a nadie o si?
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