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lunes, 21 de junio de 2010

SI LA VAGINA HABLARA (OPINIÓN)

EL TIEMPO, Lunes 13 de Agosto, 2007
Por: Ximena Gutiérrez

Necesidades Sexuales Insatisfechas (NSI), nueva variable para medir el origen de nuestra violencia fratricida. En tiempos de Antanas Mockus alcalde, cuando la pedagogía de la convivencia empezaba a abrirse paso, al lituano le dio por restringir la salida de los hombres a las calles bogotanas y declarar la rumba solo para mujeres. Recuerdo que a propósito del tema lo entrevistó Florence Thomas en un genial diálogo que terminó con una mutua consigna: "Hay que derribar con la risa la seriedad del falo". Por esos mismos días, Fanny Mikey estrenaba su obra teatral Monólogos de la vagina, que hoy está en su décima temporada. A la manera del Reader's Digest, tres reconocidas amigas son "vaginas que hablan". Y hasta reclaman sus derechos en el papel de víctimas de la falocracia.
Volviendo a ver la obra, con la magistral actuación de Vicky Hernández, me pregunto: ¿qué pensaría Sigmund Freud si supiera cómo cambió el mundo desde que en 1920 su teoría sobre la envidia femenina del pene alborotó el ego masculino? Porque mucho antes de que el psicoanalista publicara su tesis, ya ellos se creían dueños del Universo, solo porque pueden erigir una parte de su cuerpo (¡vaya trauma psicológico!). Para los machitos, no ha bastado que a lo largo de estos años, otros científicos hayan intentado restarle seriedad al falo, investigando la posible envidia masculina del útero o los senos, por ejemplo.
Creo que ese ideal de hombre rudo, sin espacio para sensibilidad, es un mito negativo. Fue la norteamericana Eve Ensler (autora del 'monólogo') quien desde 1996 nos hizo caer en cuenta de la peligrosa virilidad. Sin embargo, esta varía de una sociedad a otra. Allí, donde sigue dominando la mística masculina, casi siempre campea la violencia. En Cali, por ejemplo, seis de cada diez delitos son protagonizados por hombres. En Bucaramanga y Cúcuta, la relación es de 8 por cada 10. Lo peor es que la mayoría es en el interior del hogar. Por encima del homicidio, el delito más cometido en Colombia es la asistencia alimentaria. No niego que también hay mujeres que se hacen notar a golpes, pero... ¿qué tal que la vagina hablara? Si la vagina hablara, le contaría al mundo la angustia del 48 por ciento de las mujeres casadas que en Colombia nunca experimentan un orgasmo, por cuenta de la egoísta y 'polvogallística' virilidad. Si la vagina hablara convertiría en voz común el sacrificio de muchas mujeres que tienen una relación sexual solo por conveniencia o por vivir bajo un techo para proteger a sus hijos, muchos de ellos indeseados, o, como dice Fernando Vallejo, mal paridos.
Si la vagina hablara, la sociedad no confundiría sexo con sexualidad. Aceptaría a la mujer por su capacidad, no por su físico. Y no sería tan moralista por la píldora del día después. Si la vagina hablara seríamos menos animales porque desligaríamos el sexo de la procreación. Entenderíamos la sexualidad como algo vivificante. Y su importancia para no matarnos los unos a los otros. Porque educar en la sexualidad (es decir en el respeto de género) es formar niñas y niños menos agresivos. Capaces de convivir en la diferencia.
Si la vagina hablara, el Dane tendría en las Necesidades Sexuales Insatisfechas (NSI) una nueva variable para medir y hasta encontrar el origen de nuestra violencia fratricida. Y el afecto sería el principal indicador de las NSI. ¡Ah!, si la vagina hablara habría diálogos y no monólogos...

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